Metáforas para potenciar tu éxito hipnótico

Metáforas para potenciar tu éxito hipnótico

2017-04-04

Metáforas para potenciar tu éxito hipnótico

Desde los inicios de la historia humana las metáforas han sido utilizadas como un poderoso instrumento para transmitir y cambiar tanto las ideas como el comportamiento.
 

Los chamanes, profetas y filósofos conocían intuitivamente el poder de los cuentos y metáforas. En los mitos, las alegorías de Platón o las enseñanzas de Jesucristo o Buda las metáforas han estado siempre presentes como una herramienta de transformación.
 
 
En este artículo y los anteriores estamos estableciendo las bases para que aprendas a utilizar por ti mismo la hipnosis de manera efectiva. Te recomendamos que leas los anteriores.
 
 
No nos puede sorprender que la hipnosis incorpore las metáforas para potenciar su efectividad. Si una historia toca tu fibra sensible también te está dando una salida. El estado hipnótico te permite entrar en áreas de tu mente en las que ser más imaginativo y optimista y con la ayuda de metáforas encontrar nuevos enfoques y soluciones.
 
 
El gran maestro Milton H Erickson utilizaba metáforas para conseguir espectaculares resultados con sus pacientes. En su obra Mi voz irá contigo” encontrarás una fuente inagotable de metáforas con las que solucionar problemas y enriquecer tu vida.
 

También si quieres comprobar su poder ahora mismo puedes escuchar nuestra grabación “El río de la vida” en el video o el link que aparecen al final de este artículo. En nuestro canal de youtube encontrarás versiones masculina y femenina.
 
 
Una metáfora es una manera de representar algo con otra cosa para comprenderlo mejor.


Si digo este coche es un sueño, utilizo una metáfora. Son útiles porque parecen diferentes del problema que nos ocupa permitiendo que la mente consciente se relaje mientras la mente subconsciente establece relaciones, busca enlaces, significados y soluciones. Usando así la metáfora para generar un cambio.
 
 
Al entrar en contacto con una metáfora cambia nuestra concepción de un problema o situación al ampliar el contexto. Nos proporcionan flexibilidad, más libertad y es más fácil enfrentarse a los problemas porque no nos intimidan.
 
 
En realidad el lenguaje es metafórico, las palabras representan a la realidad. Soñamos en metáforas y se puede decir que las metáforas son el lenguaje del subconsciente: Un río puede representar la vida. Un reloj puede ser una bomba, la bomba del tabaco que has de detener antes de que estalle en forma de enfermedad. Una antigua centralita de teléfonos el panel por donde circulan las señales desde tu cerebro al cuerpo, el lugar donde desconectar la señal que te produce dolor.
 
 
No podemos dar una orden a nuestro cuerpo para que el dolor se reduzca o desaparezca, pero si hacérselo entender utilizando una metáfora.
 
 
Al escuchar una historia nos transmite un mensaje o aprendemos a algo. Alguien se enfrenta a un problema y lo supera, o no, de alguna manera. La manera en la que el protagonista encuentra una salida puede dar una posible solución a otros que se encuentran en esa situación.
 
 

Para elaborar una metáfora necesitas:
 
- Construir o buscar una idea o historia diferente que el problema pero que encaje con su estructura
 
- Que se adapte a tus intereses
 
- A veces es conveniente que la metáfora quede sin una solución clara para que el subconsciente tenga que trabajar y la busque. A menudo el final de la historia es menos relevante que los patrones contenidos al principio o durante su desarrollo. La misma historia puede contener múltiples significados dependiendo de quien la esté escuchando y del momento de su vida en que la esté escuchando.  Es la estructura de los culebrones, siempre dejar un tema inacabado para generar expectación hasta el día siguiente. Un modelo que se repite también en las mil y una noches.
 
- Asegurarte de que la metáfora proporciona soluciones posibles al problema y por lo tanto esperanza. Una buena metáfora establece las bases para que el subconsciente encuentre soluciones y se produzca un cambio que permita avanzar.
 
Una vez aprendes a apartarte de lo específico y a fijarte en los patrones generar metáforas no es muy complicado.
 
 
 
Un ejemplo de metáfora: Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?
 
Un día, el único caballo de un pobre granjero se escapó de un prado y huyó a las montañas. Cuando los vecinos se enteraron de la pérdida se dieron cuenta de la gravedad de la situación. Sin el caballo, ¿cómo podría cultivar el granjero su pequeña parcela de tierra?  Si no podía cultivar el campo para su cosecha, ¿cómo alimentaría a su familia? Todos se pusieron a ayudarle a encontrar el caballo, pero sus esfuerzos fueron vanos, y lo único que pudieron hacer es expresarle su condolencia. “¡Qué mala suerte!”, le dijeron a su vecino.
 
“Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”, replicó el granjero.
 
Sucedió que pocos días después el caballo regresó. Los vecinos estaban contentos por el granjero y se mostraron eufóricos cuando supieron que el caballo había traído consigo una manada de sanos y jóvenes caballos salvajes. “Esto es una gran noticia”, exclamaron los vecinos. “Podrás domar los caballos y venderlos todos a muy buen precio. ¡Qué buena suerte!”
 
El granjero se mostró filosófico: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”
 
Sin embargo, actuó como le habían aconsejado sus vecinos. Su hijo y él empezaron a domar los nuevos caballos. No era una labor sencilla. En el curso de la tarea uno de los caballos se resistió con gran violencia y un lance tiró al suelo al hijo del granjero. El muchacho se fracturó una pierna en la caída. Tuvieron que buscar asistencia médica, que apenas podían pagar. Al hijo del granjero le enyesaron la pierna y ya no pudo seguir ayudando en la doma de la manada, ni tampoco pudo realizar las faenas que requería la granja.
 
La historia pronto se extendió por el vecindario. Ciertamente, la desdichada familia del granjero estaba sufriendo altibajos. Una vez más los vecinos le mostraron su condolencia. “¡Qué mala suerte!”, le dijeron a su paisano.
 
El granjero se limitó a encogerse de hombros y contestar de nuevo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”
 
Cuando el muchacho del granjero todavía se encontraba convaleciente, el curso de los acontecimientos hizo que el país entrara en guerra. Los oficiales militares acudieron al pueblo para reclutar todos los jóvenes disponibles. Al ver que el hijo del granjero se encontraba postrado en cama con una pierna enyesada le liberaron de la obligación de ir a filas.
 
De nuevo, los vecinos se reunieron, “A nuestros hijos los han reclutado”, se lamentaban. “Tendrán que ir a la guerra. Es posible que los hieran o incluso que los maten. Tu hijo se ha librado. Qué buena suerte tienes”.
 
“Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”, replicó el granjero.
 
 
 
A partir de aquí viene la explicación, la racionalización. Como ya hemos dicho a veces es mejor omitirla para de esta manera encontrar nuestro propio sentido.
 
 
 
El granjero explicó que para él la buena o la mala suerte depende del juicio que se haga de los acontecimientos de la vida. Las leyes de la naturaleza no tienen la intención de  propiciar la buena suerte para una persona y la mala para otra.
 
 
Si llueve intensamente en dos fincas colindantes, la cosecha de una de ellas puede resultar beneficiada  por la humedad, en tanto que la otra se puede echar a perder. La lluvia en si misma no es ni buena ni mala, todo depende del juicio de valor respectivo que hagan los granjeros de las distintas heredades.
 
 
Por ejemplo, al llegar la siguiente estación es posible que el primero de los granjeros maldiga ahora las intensas lluvias que cayeron porque la abundante cosecha conseguida ha estropeado la tierra. Los resultados ahora son pésimos. En cambio, el segundo granjero se encuentra radiante, porque el agua embalsada ha humedecido el suelo enriqueciéndolo. Es posible que perdiera la cosecha la pasada estación pero ahora obtiene unos frutos fantásticos.
 
El hecho en si mismo no ha cambiado, pero sí las actitudes de los granjeros. Por lo tanto, no es lo que sucede, explicaba el pobre y paciente granjero, sino cómo lo interpretamos. El bien y el mal son valores que hacemos depender de nuestras experiencias, que no son valores en si mismas.
 
 
“Éste es el motivo por el cual”, explicaba, “cuando vosotros me ofrecíais vuestra condolencia o felicitación por mi suerte, yo contestaba, buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?” 
 
 
El propósito del uso de las metáforas es la búsqueda tanto consciente como subconsciente. Ayudando a la persona a conseguir los recursos necesarios y una interpretación ampliada de la realidad que le permita resolver el problema que le atenaza.
 
 
Grabación: El rio de la vida
 
 
 
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